Manifiesto de inconformidad.

Posted on 8:21 by Hugo Triano Gomez | 0 comentarios


Flor de líz Pèrez Morales



Cuando pensaba en esta escritura, deliberaba en las palabras de Max Weber, y en sus ensayos “El Político y El Científico“. De ahí resalto justamente el vínculo que el autor mencionado significa respecto al Estado y la violencia como una relación íntima, es decir la violencia como un medio “normal” empleada por el Estado en su ejercicio de dominación.
¿Cómo se sentirían ustedes que en un recibo de pago de su salario vean mermado su sueldo hasta en un 50 por ciento o más, de sus ingresos? Pues el mismo estupor y coraje le llegó a muchos académicos de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), a los que justo nos pasó eso. Metafóricamente hablando, fue gravado con impuestos hasta nuestro último respiro.
Creo ser una de las tantas voces que se suma a la molestia de muchos mexicanos que hemos soportado la toma de decisiones que en nuestro nombre han llevado los políticos. Sin embargo, es indigno soportar más lo obtuso de una política hacendaría que emplea lo inequitativo de la justicia como bandera de escarnio social, pero lo peor es cuando nuestros representantes guardan silencio o aplauden lo equivocado de las acciones.
Hemos sido históricamente un pueblo que apechuga lo erróneo de las leyes. Así durante el año pasado vimos correr las reformas de energía, educación, telecomunicaciones, política, hacendaria y financiera, como los principales temas que predominaron en la agenda del Congreso de la Unión, en el escenario del primer año del gobierno de Enrique Peña Nieto. Se veía venir, pero no pensamos que llegaran a tanto y sin embargo así fue. No creo saber muchos de economía, pero entiendo que el problema de fondo del Estado Mexicano subyace en la mala administración que el gobierno ha hecho y sigue haciendo de los recursos nacionales, y evidentemente en los niveles insuperables de la corrupción en todas las estructuras del sistema. Componer eso trastocó lo de siempre, pero más agudizado: el gravamen en mayor porcentaje en el salario de la clase trabajadora.
El ejercicio político-económico ha sido brutal. En términos financieros ahora ganamos menos que el año pasado. Hoy por trabajar más, recibimos menos, es decir, si aumento mi capacidad laboral académica, gano menos, porque el gravamen se multiplica ¡Increíble!.
Bajo los presupuestos reformistas de Peña Nieto, las Cámaras de Diputados y Senadores, creyéndose poseedores del poder de los “elegidos”, llevaron a cabo los cambios a la Constitución Política y lo lograron, o por lo menos acendraron la crisis en que ahora nos tiene a muchos universitarios, con la piel erizada del coraje, más aún cuando entendemos que tales reformas estructurales de ninguna manera son la garantía de transformación del país.
¡Qué incongruencia ver a los partidos luchar por lo superficial de la política y no por las razones sustanciales que le hacen válida frente a lo verdaderamente importante para la ciudadanía! ¿Dónde quedó señalado el hartazgo histórico? No es apretando el salario de la clase trabajadora como se sanarán las finanzas, cuya mayor vergüenza recae en un gobierno que entreteje mecanismos para desollar a su gente.
Y nuestras preguntas inmediatas son: ¿Por qué los diputados y senadores aprobaron estas leyes que ahora mismo ahogan la vida laboral? ¿Fuimos nosotros los universitarios, los que parimos intelectualmente a esta clase política que frota con salvajismo la espalda de quien lo llevó ahí? ¿Fuimos nosotros los que votamos por ellos? ¿Por qué los líderes o partidos políticos se enfrascan en luchas imberbes y se visten de héroes con bajar el impuesto vehicular y no con lo que es sustancial, como nuestro salario o la educación? ¿Por qué nos visten de legalidad lo que es indigno?
Es verdad que por lo errado de las acciones ahora mismo nos colocan en ciudadanos que pagamos la ineficacia de un modelo y sus actores políticos que por falta de análisis y consenso engendran leyes que de ninguna manera fortalecen la economía y el desarrollo social; no es mermando los ingresos de los trabajadores con altos impuestos como allanan el camino de la crisis de un país, pero si agudizan los males sociales, espacio donde se encuentran en un territorio común el desempleo, la inseguridad, la marginación, y lo más dañino de una sociedad que encara la peor de sus dolencia: el desencanto y la violencia.

Señores Políticos:
No se es una clase política porque se alce la mano en un acto, sin tener el raciocinio y moral por delante, como ustedes muchas veces lo hacen; alguna vez dije que “el intelectual apunta también a la conciencia crítica de lo que podemos entender la relación entre la inteligencia y el Estado, en eso que justamente la conciencia da: la libertad; en el valor más profundo. La libertad de no tener el dominio de nadie, porque no se debe nada a nadie, más que a la razón humana de convivir éticamente con los otros y para el bienestar común”.

Señores académicos:

Tampoco se es intelectual por leer más libros y pasar horas en un cubículo de investigación; ser un ente pensante en la universidad implica ser “una figura pública cuya voz debe ser respetada y escuchada en todos los sectores de la sociedad, incluyendo a las élites, y cuya libertad de pensamientos se dinamiza en el discernimiento de la razón y calidad humana, para marcar los trazos a seguir en la vida pública de cualquier Estado. Es la congruencia del pensamiento con el actuar”. Por eso me sumo a todos esos que han alzado la voz para manifestar sus pensamientos. 

Dice el propio Weber, que en lo político se infiere, parcialidad, lucha y pasión, triada que bien entendida conlleva inteligencia, justicia y ética. Desde ahí es que personalmente callo al silencio y libero lo que me indigna y nos indigna a muchos universitarios; y expreso así mi encono contra esos que se apoderan indebidamente de la legitimidad con la que los vestimos y golpean en la trastienda de lo inmoral.

0 comentarios:

Publicar un comentario